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Cuando las uestes de Colón arribaron por primera vez en tierras del nuevo continente, no atinaban a entender por qué los nativos del lugar les hacían la ofrenda de unas pequeñas almendras ovaladas de color marrón como si fuese uno de sus más preciados tesoros. Con la vaina de aquellas semillas se preparaba lo que los Aztecas denominaban «techocolat», una bebida amarga, elaborada tras un ritual secreto y reservada tan sólo a los emperadores, los nobles y los grandes guerreros.
Años después de la llegada de Colón, con el viaje de Hernán Cortés hacia 1519, es cuando los españoles descubren el verdadero valor de aquella misteriosa planta cuya semilla fue ofrecida al Genovés. La llegada de Cortés al territorio gobernado por al emperador Azteca Montezuma, coincidió de forma casual con el año cíclico marcado por los aztecas para la llegada de la deidad que, según sus ancestros, les mostró las virtudes del cacao. Debido a esta coincidencia, el conquistador hispano fue tomado por un dios, y como tal, fue invitado a probar el brebaje de los dioses, el «techocolat».
Pero lo que acaparó la atención de Cortés no fue el nuevo sabor y textura de aquella maravillosa bebida, sino el gran valor que el cacao tenía para aquel pueblo como moneda de cambio superando al oro, metal sin más valor que el ornamental para los indígenas. Sin embargo, la aportación energética y la sensación que provocaba el cacao al ser ingerido no pasó desapercibida para el conquistador, y así se lo hizo saber en una misiva enviada al emperador Carlos V donde le expresa que «bastaba una sola taza de esa bebida indígena para sostener la fuerza de un soldado durante todo un día de marcha».
Pronto, Hernán Cortés comenzó a enviar a la península grandes cantidades de Cacao que entraban a través del puerto de Sevilla y eran distribuidas por toda Europa como bebida energética y medicinal. Pero el auténtico delirio por este producto se produjo al añadirle azúcar y especias utilizadas en repostería como la canela y vainilla, naciendo el chocolate tal como lo conocemos hoy día. Las élites europeas se rindieron ante aquel producto que paulatinamente fue utilizado en diferentes preparados culinarios y adquiriendo nuevos usos.
Hoy día, el cacao es uno de los ingredientes más utilizados en repostería a nivel mundial, y cómo no, uno de los ingredientes indispensables de la navidad. Bombones, mantecados de cacao, turrones de chocolate, etc., son productos que nunca fallan a la cita navideña, formando parte de las mesas familiares de tan señaladas fechas.
Aun con el paso se los siglos, el comer chocolate es hacer un viaje de sabor a los exóticos parajes de su origen, aportando calidez a la fría navidad europea.
Pero si lo que se quiere en realidad es pisar la paradisíaca tierra que dio origen a tan preciado manjar, existen empresas como www.rutasdelcacao.com que realizan rutas de hasta 15 días a través del origen del cacao, incluyendo el ancestral ritual azteca de preparación, la degustación de las diferentes variedades en su lugares de origen, etc., toda una tentación para los apasionados de este producto. Un viaje que el mismo chocolate puede hacer realidad a través de su venta con los proyectos que propone Dulces la Ponderosa.